Defensas y sistema inmunológico

El ser humano cuenta con un sofisticado mecanismo de defensa que ha permitido la superación y adaptación a las circunstancias del entorno natural. Las defensas del organismo son aquellos mecanismos que impiden la invasión por agentes extraños.

Pero, ¿qué son las defensas del organismo? Todos los seres vivos tienen unos mecanismos para impedir o dificultar la agresión de agentes extraños. Estos mecanismos pueden llevarse a cabo mediante barreras naturales, que obstaculizan la entrada de patógenos y la respuesta inmune, específica e inespecífica.

Las barreras naturales junto a los mecanismos inespecíficos son la primera línea de defensa. Estas barreras naturales (mecánicas y químicas) bloquean los intentos que hacen los microbios y otros extraños para entrar en nuestro organismo.

En nuestra piel, la epidermis es la primera barrera física de protección y las membranas mucosas secretan moco que atrapa sustancias extrañas. Por ejemplo, la mucosa de la nariz nos sirve para atrapar elementos contenidos en el aire, los cilios de la garganta expulsan los agentes atrapados en el moco, la tos y los estornudos favorecen la movilidad que ayuda a expulsar elementos invasores. También las lágrimas y la saliva son parte de nuestro sistema de protección.

Una de las localizaciones de nuestra respuesta inmune se encuentra en el intestino, integrado por numerosas bacterias beneficiosas, conocidas como microbiota. Las bacterias beneficiosas son responsables de la producción de sustancias que favorecen las condiciones adecuadas para su supervivencia y funcionalidad.

Además, contamos con la producción de diversas sustancias que activan, en cascada, otros procedimientos para destruir a agentes invasivos.

Nuestro modelo de vida y características individuales son importantes para que nuestras defensas funcionen: el envejecimiento, la genética, nuestros hábitos, el estado emocional, la alimentación, etc. son aquellos factores que pueden predeterminar una mayor o menor respuesta inmune.

Habitualmente prestamos atención a nuestras defensas en épocas cercanas al frío del invierno, pero debemos pensar que nuestro sistema defensivo siempre está en marcha.

Una buena y equilibrada alimentación, eligiendo alimentos de temporada, es lo más apropiado para mantenernos en forma, ya que cada estación del año nos proporciona las frutas, verduras, cereales, pescados… con contenido en nutrientes adecuados para que afrontemos y adaptemos nuestro organismo a las necesidades y cambios de la climatología.

Además, dormir bien y suficientes horas, la práctica de ejercicio moderado y beber agua, es el camino más efectivo para cuidarnos y que nuestro sistema inmune esté en forma.

Consulta siempre qué alimentos tienes de temporada para aprovechar el máximo de sus componentes y beneficiarte de ello. Algunos ejemplos de alimentos del otoño-inverno son la naranja, caqui, mandarina, piña, kiwi, manzana, pera, chirimoya, granada, legumbres, almendras, nueces, avellanas, espinacas y calabaza, uva pasa, dátiles, cardo, alcachofa…

Por ejemplo, la vitamina C, presente en algunas frutas y verduras, es necesaria para nuestra función inmune. También la vitamina D conocida como “vitamina del sol” y sintetizada por nuestra piel, juega un papel importante manteniendo nuestra inmunidad, o el zinc, que podemos encontrar en las nueces y cereales enteros o mariscos, es un mineral necesario para la función inmunológica.

Por último, no debemos olvidar que nuestras emociones, factores ambientales y el estrés, deben manejarse adecuadamente para que no influyan negativamente en la respuesta inmunológica.

 

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*Las vitaminas A, B12 y D, contribuyen a la función normal del sistema inmunológico.

Los complementos alimenticios no deben utilizarse como sustitutos de una dieta equilibrada y variada y un estilo de vida saludable.